Aunque el verano sea la temporada del sudor y otros olores desagradables, el aceite solar que lo mancha todo y la arena que se niega a despegarse de la piel, es decir, la estación del horror, es también la más romantizada: farniente, tomate jugoso, melocotón perfectamente maduro, vino rosado helado y amores de una temporada vividos al compás de una canción ñoña de la que, quizás, nos acordaremos toda la vida.
En general, me espanta lo que implica el verano. Pero, no sé por qué, este año esta estación se me hace seductora, hasta tal punto que tengo la impresión de haber pasado los dos últimos meses buscando los cócteles perfectos para el calor (este texto sirve, pues, de Tragos Felices para Mayo/Junio).
En realidad, no necesitamos que nadie nos explique el verano. Pones a un niño en la playa y hará un castillo de arena. Se expresa, bajo el sol, una especie de verdad inmanente. Para un adulto medio funcional, es el momento de pasear por el mercado y dejarse atraer por un queso de cabra, un melón perfectamente maduro, un albaricoque con mejillas tan rosadas como las de un bebé. Todo parece sencillo, natural. En los altavoces, una vieja canción francesa. Un poco de Lucio Battisti. Caetano Veloso. En el armario, camisas de lino, cuellos cubanos, polos de punto, americanas en seersucker. ¿Lo más complicado? Eligir el color de las alpargatas y decidir cuándo ponerse pantalones cortos (e incluso eso es fácil: exclusivamente bajo los trópicos y a la orilla del mar).
Si el verano no requiere explicación, ¿qué hago, entonces, aquí? Nada, tan solo una pequeña lista de siete cócteles que me encantaría beber sin parar hasta el 31 de agosto. Y, de paso, algunas recomendaciones de lectura, porque decidir qué libro meter en la maleta es, sin duda, el tema más peliagudo de las vacaciones (seguro que tomas la decisión en casa, todavía estresado y sin una botella de rosado en la nevera).




Mientras algunos sueñan todo el año con sus vacaciones, yo sin duda soñaré todo el verano con volver al paraíso: el Four Seasons de Atenas. Sus habitaciones son espaciosas, tiene una playa privada, te envuelven los aromas del Mediterráneo y cuenta con una taberna de cocina griega donde cenaría cada noche sin cansarme, disfrutando de las vistas al atardecer.
Claro, para el 99% de nosotros está fuera de presupuesto. Pero puedes darte un capricho en Avra, la coctelería del hotel. Por apenas quince euros, la felicidad está garantizada: vistas al golfo Sarónico y Pine (pino), el cóctel que quisiera beber todo el verano. En jarra, me lo tomaría. O, para ser preciso, por jarras.
Originalmente liderado por Manon Kapfer y ahora por Nikos Tachmazis (a quien conocí en el Bar Termini de Londres hace años ya), Avra ofrece una veintena de clásicos y cuatro cócteles de temporada. Cada año, el equipo selecciona cuatro ingredientes típicos de Grecia y los utiliza durante los siguientes doce meses, cambiando completamente las recetas con cada estación. Este verano, el pino, recolectado en la propiedad, se destila con vodka y se sirve con un cordial de limón local, bitters de verbena y agua con gas. Una sencillez casi infantil, un éxito rotundo. Litros de esto al compás de las cigarras, no pido más (8).
El verano también tiene un lado regresivo. Nostalgia de la infancia cuando la playa era la aventura más grande. Curiosamente, en el mundo de la coctelería, hay una tendencia regresiva que a menudo da resultados excelentes: recuperar cócteles con una reputación o receta base no necesariamente de alta calidad (como el Amaretto Sour o la Piña Colada) y darles un giro.
Hace unos días, en el Century Bar del hotel Gleneagles en Escocia, con unos 18 grados (una temperatura que ya lamento) me perdía en un paisaje de un verde intenso (un color que ya lamento) mientras saboreaba un cóctel igual de verde, una versión del Midori Sour (un clásico ochentero que, curiosamente, no lamento). El cóctel, bautizado Melony, estaba hecho a base de ron, de Midori infundido con melón cantalupo, licor de mango y limón. Era, por supuesto, superior a su modelo: afrutado y acidulado, deliciosamente goloso y fresco (7,5). Es el tipo de cóctel sin pretensiones, impecablemente resuelto y delicioso que muchos bares hoy en día se resisten a ofrecer.
Mientras admiraba un Rolls Royce en el patio y pensaba en la experiencia de cetrería que me esperaba, me convencí de que el Melony tiene la capacidad tanto de inyectar sol en los grises días de verano del norte como de refrescarte en una jornada de canícula mediterránea. El trago ideal, con o sin Rolls Royce.



Si eres como yo y prefieres el verano urbano o los cócteles con un toque más amargo, tengo justo lo que buscas. Volviendo de una tarde de compras por el centro de Londres (preparando, precisamente, el verano) que había comenzado con un Negroni Superiore en Termini, me detuve en Three Sheets Soho. Estaba sediento, en un día que los londinenses calificaban de canicular.
Sentado en la barra, podía observar el bullicio de la calle (el people watching en Londres es insuperable) mientras disfrutaba de una maravilla: el Cherry Americano. De una simplicidad asombrosa, este cóctel lleva Americano Vergano (una especie de vermut), aderezado con Floc de Gascogne (una mistela de Armagnac), un sirope de cereza y una tintura de cerezo, una pizca de ciruela y agua con gas (7,5). Habría bebido un litro si la tentación de un Dry Martini y unas ostras no me hubiera llamado una vez que me sentí refrescado.
Madrid también tiene sus cócteles perfectos para el verano (afortunadamente). De hecho, una de mis semanas madrileñas favoritas es la primera de agosto; la ciudad se vacía y muchos sitios permanecen abiertos. Para esos días, hay tres cócteles que bebería con sumo placer.
En Isa, Miguel Pérez y su equipo llevan tiempo demostrando su talento para crear cócteles ligeros, frescos y complejos. Más intenso que los que he mencionado hasta ahora, el Peach es un claro ejemplo de esta maestría. El bourbon se combina de manera muy acertada con melocotón lactofermentado, oloroso y una tintura de cinco especias (7,5). ¡Muy top, como se dice ahora!
Si buscas algo más refrescante, date una vuelta por Devil’s Cut. La carta de temporada del maestro Shingo Gokan es sensacional, y su equipo ha trabajado con productos desarrollados por Salmon Guru y Angelita. El magnífico Melon Tillado mezcla Tanino Óxido (un destilado de vino jerezano, lúpulo y yogur de cabra) de Angelita con amontillado, melón y vodka (7,5). Una pequeña maravilla.
Y no, que haga calor no significa que debamos olvidar los cócteles con más carácter. Un Sazerac con 40 grados a la sombra no es, ciertamente, lo ideal, pero ¿has probado el Treme? Momus acaba de lanzar su cuarta carta, y en mi opinión, es la mejor desde la primera. Varios de sus cócteles tienen una summer vibe total, pero al Treme simplemente no me resisto (8). Me encanta el pistacho, me encanta la menta, me encanta el coñac, me encanta el alcohol... ¡me encanta el Treme! Quizás a ti también te guste.



Finalmente, ¿qué hacer si no tienes acceso a un buen bar? La solución es sencilla: una botella de bourbon, rye, coñac o ron, mucha hierbabuena, bitters y hielo picado. Sí, un Mint Julep.
Hacía tiempo que no bebía uno cuando, en uno de esos primeros días de calor agobiante, sentado en la terraza de The Dash, sentí una necesidad urgente de tomar un Julepe. El barman nunca lo había preparado, pero Rubén, el jefe, le dio unas instrucciones muy simples: « Un Old Fashioned con hielo picado y hierbabuena ». ¿El resultado? Soberbio (8). Desde entonces, no puedo prescindir de él. La última vez lo disfruté en el Cream de Almería, pero esa, como dicen, es otra historia.
El autor tuvo suerte y tan solo pagó 3 de los 7 cócteles valorados. La nota atribuida a cada cóctel se establece sobre una escala de 1 a 10, siendo 10 la nota más alta.
Lecturas de verano
Los últimos meses han visto aparecer un par de libros de ficción con barmans como protagonistas.
El Barman del Ritz, Philippe Collin (Galaxia Gutenberg)
No, esta novela no trata sobre la trepidante vida de nuestro amigo David Pérez. Este éxito de ventas, publicado en Francia en 2024 y traducido este año al español, nos sumerge en la vida de Frank Meier, el legendario barman austriaco. Creador del icónico Bee's Knees, Meier fue el alma del bar del Ritz de París desde su apertura en 1921 hasta 1945. Su vida, sin duda, merecía ser contada: se formó en uno de los mejores bares de Nueva York, combatió en la Primera Guerra Mundial con la Legión Extranjera francesa, sirvió a las personalidades más notables de las années folles y, sorprendentemente, estuvo implicado en un complot contra Adolf Hitler (que, lamentablemente, terminó mal para la mayoría de los implicados). Collin, historiador especializado en la Segunda Guerra Mundial, añade a todo esto un improbable romance, y aunque su estilo es deficiente en lo literario, la novela resulta una lectura agradable para cualquier apasionado de la historia de la coctelería.
Cócteles Tangerinos (De antier, de ayer y de hoy), Alberto Gómez Font (Kasbah)
Con su espectacular bigote, elegancia y afición por los cócteles clásicos, Alberto Gómez Font es una figura bien conocida en el mundo de la coctelería española. Barman durante la Movida Madrileña, conoce a la perfección este agitado universo. A principios de los años 90, Gómez Font creó al barman Isaac Toledano para una serie de cuentos que vieron la luz por primera vez en formato libro en 1994. Una segunda parte llegó en 2017, y ahora publica la versión definitiva con una docena de nuevos relatos. Aunque Toledano ya está jubilado (pero goza de buena salud y sigue apareciendo en alguna que otra historia), es el alter ego de Gómez Font, Beltrán Llaurado, quien asume el papel protagonista. Estos amenos cuentos son verdaderas cartas de amor a las grandes pasiones del autor: Tánger, la literatura, las mujeres y, por supuesto, los cócteles. Una receta cierra cada relato, ofreciéndonos la deliciosa posibilidad de beber y leer a la vez, una combinación ideal para la temporada de tumbonas y siestas eternas.
Recuerda: el mejor libro del mundo se llama Mueble Bar y comprarlo es imprescindible.
François Monti es el autor de Mueble Bar y lleva más de una década recorriendo los mejores bares del mundo. Y cuando no está viajando, se está preparando cócteles en casa. Más tarde, escribe sobre la experiencia. Es el autor de otros tres libros, incluyendo El gran libro del vermut y 101 Cocktails to Try Before You Die, y ha colaborado en muchas publicaciones internacionales. Su trabajo ha sido nominado a varios premios, entre los cuales se encuentran los World Gourmand Book Awards o el Best Cocktail & Spirits Writing en los Spirited Awards (los Oscar de la mixología). Desgraciadamente, no ha ganado ninguno, así que no le queda más remedio que seguir bebiendo para escribir. Monti también se dedica a la formación. Es docente del Master Wine & Spirits Management en el Kedge Business School en Francia y ha impartido conferencias alrededor de todo el planeta en los eventos más importantes del sector. Ya que también tiene que comer, es socio de la agencia de estrategia Amarguería. Desde el 2020, Monti es el Academy Chair para España y Portugal de The World's 50 Best Bars. Según la revista Drinks International, es una de las 100 personas más influyentes de la industria del bar a nivel global.
Para mí, el trago de este verano es el sencillo Tom/John Collins. No sé porque, exactamente, pero un factor es la desaparecido completo del sirop de caña de Martinica en qué dependíamos para el ‘Ti Punch.
Buenos tragos, sí. Resistirse a los encantos del verano es como resistirse al frío de un martini: inútil y sin sentido. No puedo esperar al momento de verte en bermudas, compañero.